viernes, 24 de abril de 2015

Viajando por Costa, Sierra y Oriente



María, una monja que decidió dedicar su vida a Dios tras una decepción amorosa y Lucía, dueña de un hotel y madre de familia, se encontraban sentadas cerca mío en una iglesia de Otavalo. Mi enamorado estaba afuera tomando fotos, mientras yo pedía tres deseos en la iglesia y observaba a estas mujeres. Siempre que viajo me pongo a pensar en los diferentes universos que existen en las personas y que me gustaría ser invisible para poder pasar un día en cada familia y vivir lo que otros viven.

Las palabras ya no fluyen de manera natural como solía suceder cuando escribía más a menudo. El último viaje que realizé fue a Otavalo, la mitad del mundo, la Amazonía y el Cotopaxi. Todo este viaje duró aproximadamente 5 días y fui con mi enamorado en su auto.

Otavalo es una ciudad pequeña, pero llena de amabilidad, artesanías, cultura e historia. Nosotros llegamos en la noche a Otavalo contentos de poder descansar luego de 10 horas de viaje en auto. Al día siguiente, fuimos a recorrer la Plaza de los Ponchos. Este colorido sitio, es la matriz de la producción artesanal y textil del Ecuador. Luego caminamos por la ciudad y encontramos un museo histórico textil. Cuando entramos nuestro guía, un señor muy amable de aproximadamente 75 años nos dió una explicación de la industria textil ecuatoriana en los 1900. Haber asistido a este museo fue retroceder un siglo en el tiempo y formar parte de aquello. Sólo nos quedamos la mañana porque teníamos otros destinos que recorrer.




Al medio día, fuimos a la verdadera mitad del mundo (Guachalá, Cayambe), que no queda en la ciudad de Quito, donde se levanta un reloj solar como monumento a la Mitad del Mundo y miembros de un proyecto de investigación ancestral denominado Quitsao ofrecen datos astronómicos y científicos sobre las ruinas que se encuentran cerca del monumento y muestran una nueva manera de observar el mapa del mundo.  Cerca de este monumento se encuentra un castillo construido con arquitectura rusa. Nosotros quisimos entrar junto a otros viajeros, esperamos una hora, sin embargo no nos dejaron ingresar debido a que no se encuentra abierto al público.

A las  6 de la tarde emprendimos nuestro viaje a la Amazonía, con la aplicación WAZE pudimos encontrar fácilmente el camino a la provincia de Napo. Al inicio el camino parecía seguro y las calles eran perfectamente pavimentadas, sin embargo a medida que salíamos de la provincia del Pichincha, las calles empezaron a ser más angostas, sin pavimentar y sin luz. Mi enamorado iba al volante y yo a lado dándole apoyo emocional (ambos estábamos un poco asustados). Eran las 8 y 30 de la noche, se veían las sombras de las montañas y grandes árboles en el horizonte. Cada vez que abría la ventana escuchaba el sonido de cientos de insectos y animales, como era mi primera vez en la Amazonía yo imaginaba que habían pumas cerca de nosotros y por eso subía el vidrio de vez en cuando.

Al fin llegamos a una estación de Gasolina donde pudimos descansar del estrés de viajar en la oscuridad en una región nunca antes visitada. Nos bajamos a comer en uno de los "huecos", donde nos aconsejaron visitar Misahuallí. Yo le pregunté a las personas que comían cerca de nosotros a cuántas horas nos encontrábamos de la ciudad de Tena. Ellos nos dijeron "Una horita nomás", luego les pregunté si era seguro el camino(Yo aún temía que un animal salvaje nos podría atacar), ellos respondieron que sí. Al parecer cuando ellos dicen una hora en realidad  son dos o más horas.

En fin, decidimos ir a la ciudad de Tena esa misma noche. El viaje hacia la ciudad de Tena parecía nunca acabar, sobre todo por la ausencia de alumbrado e interminables curvas. Sin embargo, llegamos sanos y salvos a la ciudad de Tena en medio del carnaval donde hombres y mujeres se echaban espuma, agua, anilina entre otros líquidos. Debido a un viaje que hice a Salinas que lo pueden leer en este blog, no quise participar del carnaval y fuimos directamente a dormir.

Al día siguiente fuimos al Puerto de Misahuallí, un balneario de río con arena blanca y abundantes árboles alrededor. Tomamos una canoa para visitar las comunidades Shuar junto a otros turistas. Al momento de llegar nos encontramos con nativos del lugar que ofrecieron un baile típico y juntos bebimos la famosa "Chicha".
   

Los nativos cobran por las demostraciones que realizan y por permitir a los turistas tocar animales salvajes como la boa, lagartos y monos. Mi enamorado tiene una personalidad muy extrovertida cuando viaja, razón por la cual pudimos conversar amistosamente con una pequeña niña nativa del lugar. Ella se mostró muy amable conmigo, con trato familiar me dejó acariciar su mascota, un mono pequeño muy juguetón. Para mí fue realmente genial poder conversar naturalmente con ella, en medio de la selva, junto a animales salvajes "domesticados" y sin necesidad de existir una transacción comercial. Los aborígenes adultos se mostraban un poco desconfiados de nosotros, no obstante pudimos tener un gran momento con ellos, incluso mi enamorado se puso a jugar futbol apostando $10.


Después de esta increíble experiencia en Puerto Misahuallí fuimos a las Cavernas de Jumandy. Llegamos primero a un complejo de piscinas y juegos acuáticos donde las cavernas estarían situadas. Nos pusimos botas y entramos junto a un grupo de turistas a la caverna donde el agua llegaba a las rodillas. Al iniciar el recorrido el guía nos dijo: "Este es un recorrido de 1 hora aproximadamente, si sufren de enfermedad cardíaca o claustrofobia o nictofobia, por favor no continuar. Es imprescindible que uno vaya detrás del otro y no salirse de la fila ya que existen huecos de 8 metros y traten de mantener el ritmo con el grupo para que no se pierdan". Dichas estas palabras la paranoia empezó a jugar con mi cerebro, y dado que éramos los últimos de la fila empecé a dudar si esta aventura sería idónea para mí (No quería ser la única loca que gritara de miedo a la oscuridad en medio del camino); sin embargo, lo intenté.

Al inicio caminar con el grupo se me hizo difícil por el miedo a caer a algún hueco de 8 metros, pero poco a poco fui superandolo. Dentro del recorrido caminas sobre piedras, existen tramos donde tienes que sujetarte de la pared a lo Indiana Jones para llegar al otro lado, sujetarte de una manguera que se encuentra colgada para pasar de un tramo a otro y caminar por partes muy angostas donde hay que tener mucha precaución de no recibir un golpe por la formación rocosa en forma de puntas. Universal Studios no le gana a estas cuevas!

Casi a mitad del camino cuando caminábamos por la parte más angosta de la cueva donde el Sr. Barriga del Chavo del Ocho no podría entrar, la paranoia jugó conmigo. Empecé a pensar que el oxígeno era escaso en la cueva y habiendo algunas personas podría ahogarme. Por suerte, respiré hondo y antes de empezar a desesperarme el guía dijo las mágicas palabras: "Bueno estamos casi al final del camino, vamos cuidadosamente a la salida".

Esas palabras fueron el bálsamo a mi escasez de oxígeno, miedo que apareciera un animal salvaje, caer en un hueco de 8 metros, etc. Desde ese momento caminé como Lara Croft, incluso queriendo quedarme más y revisar las rocas con mi enamorado a ver si encontrabamos algún amigo intraterrestre. 

Llegamos a una pequeña cascada, donde antiguamente se bañaban los shamanes con la creencia de que era una fuente energética. Uno de los hombres que se encontraba en el grupo de visitantes se metió a nadar (Valiente). Yo no me atreví a nadar, solo alcancé a meterme en la cascada y reenergizarme. Debo mencionar que esta cascada se encuentra dentro de la caverna, donde sólo nuestras linternas alumbraban y el panorama parecía una película de terror.

A 20 metros de la cascada se encontraba la salida y al fin pudimos volver a ver luz natural. Fue realmente genial poder atravesar esa cueva que es la segunda más grande del Ecuador, liderando la Cueva de los Tayos en primer lugar. Yo les recomiendo el recorrido, no es tan malo como parece y no existen grandes riesgos que sean impedimento de vivir esta aventura a menos que le tengas miedo a la oscuridad o no soportes estar en un sitio muy angosto por mucho tiempo.
Y no te olvides del "Maito de Tilapia" plato típico de la Amazonía


Este viaje ciertamente fue entrenamiento para lo que nos sucedería después en el Cotopaxi.

FOTOS:
Otavalo

Otavalo
Plaza de los Ponchos - Otavalo

Otavalo


Amazonía




No hay comentarios:

Publicar un comentario