sábado, 25 de mayo de 2013

Yangana - Loja y una casa de recuerdos

Después de quedarme dos semanas en Guayaquil. Decidí invitar a dos grandes amigos a mi casa a almorzar. Pasamos todo el día juntos, viendo ''Los miserables'', contando nuestras vidas y romances. Al llegar la noche, me visitó otro amigo llamado Sócrates con el que entonamos algunas canciones mientras preparaba mi maleta para viajar a Loja.


¡Loja, ciudad musical, limpia y verde! Cuando llegué a Loja, mientras esperába el bus hacia Yangana, visité un parque que quedaba cerca. tenía estatuas de cerámica de indígenas, cholos, animales y lugares famosos del mundo. Según entendí, era un parque de aprendizaje para niños. A mi me entretuvo mucho ir a París, luego a Inglaterra, y a pocos pasos tener a China.


Me quedé con ganas de visitar más lugares, pero mi visita a Loja no fue turística, sino para visitar a mis tíos por parte paterna que viven en Yangana. Tardé dos horas aproximadas en llegar a la casa de mis tíos. Como he viajado por días enteros en mis viajes pasados, no me resultó para nada pesado el viaje.





La primera persona que vi, fue mi tía-abuela Emma. Algunas lágrimas asomaron por los ojos de mi tía-abuela cuando me vio. La segunda persona que vi fue mi tío-abuelo Pancho que estaba sentado en su cama mientras observaba la televisión. ¡El me encontró gorda! : )


La casa no había cambiado mucho. Todo seguía igual, incluso el olor de las roscas que antes vendían todavía no se ha ido, las botellas de cerveza vacías aún siguen en un rincón de la casa. Las plantas aún siguen en el patio, la madera aún suena fuerte cuando se pisa en ella.

Manuel, un hombre que vive en el cuarto donde mi padre dormía, me llevó a una finca para recoger granadillas y limas. Luego acompañé a mi tío Fabián y su familia a bañarse en el río. Tuvimos que visitar dos ríos. El primero estaba contaminado por construcción de una carretera. El segundo, estaba limpio, pero muy frío. Sin embargo, mis tíos y primos se metieron al agua. Yo sólo metí los pies, la cara y las manos. No había llevado más ropa que la que cargaba puesta. Una camisa lila que me regaló Francisco, el amigo que fue a almorzar a mi casa el día anterior, y un pantalón negro. Mientras estábamos en el río, se apareció un caballo blanco. Vivía libre en la montaña. Parecía muy tranquilo.


Luego fuimos a la finca de mi tío Fabián, donde pude conocer a ''Orgullo'' la chivita de la familia. Mi primo, Diogo, jugaba con ella dándose cabezazos con Orgullo.


Yo quería ir hasta las ruinas arqueológicas que quedaban en la cima de una montaña, pero nadie me quiso acompañar. Esta vez no me aventuré porque en esas montañas hay muchas culebras, entre ellas ''el Coral'' una culebra de colores vistosos que con sólo una mordida te puede matar. La próxima vez que vaya a Yangana escalaré esa montaña. 


Llegó la noche, y me fui al cuarto de mi tía Emma para dormir. Esa noche, como tantas otras en esa casa, muchos recuerdos pasaron por mi mente. Las maderas sonaban, todo estaba oscuro, y lo único que pensaba era en ''Aquí dormía mi padre''.

Yangana para mí no representa una aventura por conocer, sino un lugar en el que debo pisar cuidadosamente, puesto que allí también mi padre pisó. Cuando Manuel pasaba cerca de alguien me presentaba como ''la hija de William'', las caras de las personas cambiaba, decían ''Es idéntica a él, ¡Pobre niña!'', ''Su padre era un hombre muy inteligente, guapo y alto.'', ''¿Nunca más supo nada más de él? ''.


La última vez que esperé a que regresara mi padre a mi casa o se supiera algo de él fue cuando cumplí 15 años. Nunca hice una quinceañera como las que tuvieron mis amigas por dos razones. La primera, porque me parecía muy cliché y la segunda porque esperaría a que llegara mi padre ese día con alguna explicación de su desaparición.

Miles de personas desaparecen al año. Por los años 70, millones de personas desaparecieron en las dictaduras de Chile y Argentina. En Ecuador también hubo muchos desaparecidos por los años 80 en la presidencia de León Febres Cordero. En toda Latinoamérica existe un alto índice de personas desaparecidas.

Yo pensaba que estas desapariciones habían cesado con los nuevos gobiernos, sin embargo, en el mes de noviembre un profesor del colegio donde me gradué desapareció sin dejar rastro alguno.

La última vez que vi a mi padre fue a los 5 años, en una noche sin estrellas. El estaba dentro de una casa que era propiedad de mi madre (teníamos tres). Yo le daba un vaso con agua para que se tomara una pastilla que mi madre le envió.

Mi padre, militar, espía, aventurero se fue de la Tierra sin dejar pisadas como pistas. Como él, otras personas desaparecen del planeta dejando la imaginación libre, las historias inventarse, esperanzas nacer y morir, familias con preguntas en las cabezas y una página en blanco. ¡Es un crimen mayor que sigan pasando estas cosas!

Esa noche, dormí con la misma sensación que otras, con un deseo. Al amanecer, mientras miraba por la ventana, pensaba en que allí mi padre había visto muchos amaneceres. Toqué la pared de la casa a ver si me contaba alguna historia. Lo único que vi fue un hombre aún joven, alto, delgado, con ojos claros, una camisa verde y pantalón café que me sonreía desde la puerta.



Sólo mi imaginación puede pintar un hombre desde recuerdos anteriores. En ese momento, deseé como aquella vez de mi 15avo cumpleaños, que tocara la puerta mi padre y por sorpresa el destino nos reuniera. Sentí unos pasos, vi una sombra, salí a ver si con mis deseos lo había llamado, pero era Manuel con una leve sonrisa saludándome.

Desayuné pan dulce, y a causa de mi madre tuve que despedirme pronto de mis tíos, de la casa, de Yangana. No asomaron lágrimas por mis ojos, me quedé dormida en el viaje y prometí regresar algún otro día. 

De mi padre tengo una gran herencia, su espíritu, su pasión. Y cada vez que tengo alguna aventura, siento que él está en mí protegiéndome. Cada vez que paso por un río, arrojo una ''chavelita'' en nombre de todos los desaparecidos y sus familias.





1 comentario:

  1. Leo en esta entrada y casi nueve años después de ser escritas, unas líneas tremendas; llenas de luz y de una profunda nostalgia muy personal (no es para menos). Gracias por querer compartirlas.

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