Todas las personas tenemos el derecho a caer.
Cuando caes, parecería más fácil ocultarte, cambiar de entorno y vivir como si volviéses a nacer para que nuestros errores se escondan en la caja ubicada en el último closet de nuestro inconsciente.
Sin embargo, nuestro pasado nos busca constantemente y lo único que nos toca hacer es enfrentarlo. No obstante, lo peor que podemos hacer es mentirle ya que en esos momentos te encuentras con lugares y personas que en su mayoría nos ofrecen una bebida que produce un ligero malestar en el pecho, y hace que nuestra cara se congele.
Y sí, pudimos evitar caer, pero la flecha lanzada, la palabra dicha y la oportunidad perdida no se pueden recuperar.
También hay situaciones en las que todos caen (Una nación, un pueblo o una agrupación) y en ese momento hay un silencio insoportable en el que sólo se habla con las miradas y los pensamientos. Los implicados adquirimos el don de la "telepatía", o dicho de una manera más realista, nos volvemos dolorosamente empáticos. "Igual, no se habla, sólo se baja la mirada."
Mi propuesta al escribir esto es cuestionar: ¿Podríamos dejar de llamar a esta "caída" como tal y cambiarlo a "oportunidad"?
Difícil, ¿no? Pero si lo pensamos con los ojos cerrados, escuchando nuestra voz interior, esa caída puede ser una oportunidad para llegar a la meta que cada uno tiene. Después de todo quien logra atravesar el pasillo del malestar, obtiene un gran logro y los defectos adquiridos en la caída se convierten en virtudes.
"Si la burla se convirtiera en apoyo, la indiferencia en sonrisa sincera y el prejuicio en tolerancia, este camino de atrasar el pasillo no fuese un malestrar social sino interno."
Un aprendizaje sin heridas sociales, sólo heridas personales. Pero en muchos casos la complejidad humana no permite actitudes "humanitarias".
Mi propuesta es enfrentar esta situación atravesando el pasillo con sinceridad. Aunque en el momento de ser sinceros nos desarmemos, lo hacemos con dignidad. Y sólo los que nos ayuden a levantarnos y conseguir nuestra meta se quedarán con nosotros.
Pero no los podemos retener cuando tengan que irse, porque sólo son entes conductores de energía. Así como nosotros somos conductores de algo.
En fin, escribo para justificar, como así justifico para escribir. Se necesita de la escritura para no volverse loco, y locura para escribir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario