Mi siguiente parada fue Puno, para tomar al fin el bus a Cusco. Me hubiese encantado quedarme en Puno un día mas, pero el tiempo apremiaba. Luego de 6 horas en bus llegué a Cusco a las 4:00 am. Una señora me ofreció varias opciones de hostales, escogí la de 20 Soles por noche, tomé un taxi y fui a descansar al hotel llamado Machu Picchu.
El plan era ir a la Plaza San Francisco, tomar un bus/taxi a Ollantaytambo, tomar el tren a Machupicchu y conocer esta ciudad inca. Sin embargo, me quedé dormida y cuando me levanté ya eran las 6:30 am. Igual emprendí mi viaje a Ollantaytambo.
El viaje fue de 4 horas aproximadamente. Cuando llegué al fin, fui a preguntar los precios para subirme al tren, para mi mala suerte, el tren costaba $60 solo ida, a eso debía agregarle la entrada a Machupicchu y el tren de regreso. Algo cabisbaja regresé a la estación de buses, y conversé con una señora de mi situación. Me dió la solucion de tomar un bus hasta Hidroeléctrica, caminar 2 horas hasta Aguas calientes y allí tomar un bus o tren a Machupicchu que es mucho más barato. El problema es que tardaría dos dias en hacer el recorrido, pero valía la pena.
Mientras esperaba al siguiente bus para hacer este recorrido alternativo, decidí escalar una montaña para encontrarme con las ruinas de Pinkuylluna. Afuera de la puerta de ingreso a la montaña decia :"No subir, el camino es de alto riesgo". Sin embargo, empecé a seguir el camino para escalar la montaña. Mientras subía, me di cuenta que era la única en el lugar. Sentí algo de miedo, porque una semana atrás fui al zoológico en Buenos Aires, vi toda clase de serpientes y su hábitat, entonces tenía miedo que apareciera una en el camino. (No sólo serpientes, pensaba en cualquier animal carnívoro que esté guardando algún tesoro).
La imaginación es amplia cuando uno se aventura a algo. No obstante, la adrenalina no me dejaba parar de subir. Yo quería ver qué había más allá. Y bien, subí, hasta que llegué a las dichosas ruinas. Cuando llegué, sentí algo dentro de mí. Logré vencer mis miedos, calmar mi paranoia, y seguir mi objetivo. Me quedé una hora aproximadamente en esas ruinas, conectándome de alguna manera con parte de mi cultura latinoamericana.
Al rato, mientras tomaba fotos, observé una pareja subiendo la montaña. Me sentí muy aliviada y me dije: "Bueno, no soy la única loca". Y después de algún tiempo subieron más personas, entonces después de todo no había sido muy peligroso escalar la montaña.
Habían más ruinas en la cima de la montaña. Decidí escalar más arriba cuando la pareja de americanos se atrevieron a subir. No fue muy difícil y llegué a una parte muy alta de la montaña. Me quedé otro rato meditando, y aunque parezca loco, escuchando a la montaña.
Pero ese no era el final, había un camino menos marcado que te llevaba a la cima de la montaña. Para mí, era suficiente donde había llegado. Había subido dos ruinas, no necesitaba llegar a la cima para sentirme feliz. Ya me sentía feliz con lo que había visto. Mientras bajaba, la americana me hizo seña que subiera con ella también a la cima. Yo dudé un poco porque el camino se veía muy peligroso, pero accedí. ¡En mala hora!
Intenté subir, pero llegué a la mitad del camino porque mi instinto me decía que era muy peligroso. Así que intenté bajar. Casi me caigo de la montaña, pero una mata de árbol me detuvo. Cuando al fin llegué a una parte segura, respiré y seguí bajando. Cuando estaba muy cerca del pueblo, me di cuenta que no tenía mi cámara. Se había caido!
Descansé 15 minutos, y volví a subir la montaña. Entendí que era una señal de la montaña diciéndome que ya era suficiente. Me sentía completa pero por seguir el aviso de alguien más, había perdido mi cámara; es decir, todas las fotos de mi aventura. No creí que la encontraría, pero siguiendo mis pasos anteriores, pude encontrarla enganchada en el pasto.
Bajé, me despedí de ciertas personas que conocí, comí algo delicioso y tomé el bus de regreso a Cusco.
Un video mientras subía Pinkuylluna
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