Luego de estar
siete semanas exactas en Buenos Aires, la aventura no termina. Decidí
regresarme en bus hasta Guayaquil. A mi aventura se sumó otro ecuatoriano y una
polaca. El 4 de mayo me despedí de mis amigos, profesores, lugares, romances
cuando llegué a Retiro. ¡Sorpresa! ¡Paro de colectivos! Pensé : “Wow, todavía
no me iré de Buenos Aires”. Pero llegó un hombre mestizo con un abrigo verde
diciéndome que pertenecía a la compañía y que me trasladarían a Linear (otro
terminal) para ir a Bolivia.
Magda y Jorge
llegaron quince minutos después, les comenté la situación y juntos emprendimos
el viaje a Bolivia que comenzó en un taxi hasta Linear, dos horas de espera
para que llegue el bus a Linear mientras presenciaba una escena cómica entre
dos peruanos que querían llevar diez paquetes llenos de mercadería y peleaban
por no pagar sobrepeso.
En fin, nos
subimos al bus. Nuestros asientos eran camas, y éramos solo cinco. Sin embargo,
una boliviana llevaba tanta mercadería que pusieron sus artefactos a lado de
nuestros asientos. ¡Muy cómico! Jorge
estaba molesto y se quería ir en avión. Magda y yo estábamos tranquilas,
riéndonos de esta aventura en la que nos embarcábamos. Sin embargo, nunca
imaginamos todo el folklor boliviano que viviríamos en este viaje.
El servicio fue
muy bueno mientras estuvimos en Argentina. Una niña de tres años que se sentaba
delante de nosotros se robó nuestro corazón. Cuando llegamos a la frontera, mi
pasaporte obtuvo una nueva marca de una aventura “El sello de ingreso en
Bolivia”. Esperamos tres horas hasta que el bus decida seguir con el camino.
Cuando nos subimos al bus, avanzamos hasta el terminal y luego el conductor
dejó de conducir. Oh sorpresa! Nos cambiaban de bus, a uno que no tenía camas y
estaba lleno. Se demoró una hora en arrancar. ¡Jorge estaba muy molesto! A lado
de él se sentaba alguien con mal olor muy notorio. Yo seguía relajada, hasta
que llegamos a la Paz, y los conductores bolivianos tenían un paro que no
dejaba a nuestro bus avanzar por la carretera. Tuvimos que pedirle al conductor
que se vaya por vías alternas…”Atravesamos el pasto, las vacas, y más nativos”.
Bolivia me pareció un país con mucha desorganización,
y economía muy lenta. Sin embargo, después de llegar a La Paz, decidimos ir a
Copacabana y el lugar sobrepasó nuestras expectativas. Nos hospedamos en un
hostal que no costó más de $5 la noche por persona. AL día siguiente Magda y yo
fuimos al cementerio que quedaba arriba de una montaña. Subimos por el sendero
y encontramos un maravilloso paisaje. Magda decía: “For me this is enough to
feel happy”. ! Tenía mucha razón! El
lugar era tan hermoso que una fotógrafa “amateur” como yo, pudo obtener buenas
fotos.
Al día siguiente
nos embarcamos en un bote con destino a “La isla del sol”. Cada vez que digo
Isla del Sol, me recuerdo esa canción de los años 80/90 de “La isla del sol”.
Navegamos por el lago Tikikaka y conocí un chileno que estudia “arqueología
esotérica”, es decir, realiza una búsqueda dentro de nuestra cultura
precolombina de influencia y rastros de vida extraterrestre. El padre del
chileno, un señor medio calvo de 65 años aproximadamente de edad, había sido
cantante de zarzuela. Ambos ejercen profesión de artesanos por pasión. El
chileno me conto algunos mitos sobre el Lago. Uno de ellos es que hay restos de
una civilización sumergida en el lago. Yo comparto esta hipótesis, puesto que las
ruinas a mi parecer dan a denotar que debajo del agua hubo una civilización.
Cuando llegamos a la Isla del Sol, seguimos un
sendero que nos llevaba a unas ruinas precolombinas. Subimos montañas,
atravesamos una “playa”, y cuando estábamos en la cima de las montañas yo
sentía que había conquistado un sitio inexplorado, con el mejor paisaje que he
visto en mi vida, junto a personas agradables y además, descubriendo mi propia
cultura visitando las ruinas y conectándome de alguna manera con mis ancestros
milenarios.
En fin, Bolivia
ciertamente tiene lugares hermosos por explorar, a bajos precios, y gente
amable.
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